La dependencia de la tecnología y la electricidad: una llamada de atención
Por oscarini
28 Apr, 2025
Hoy, 28 de abril de 2025, Portugal y España vivieron un episodio que, aunque breve, dejó en evidencia una gran verdad sobre nuestra sociedad moderna: somos profundamente dependientes de la tecnología y de la electricidad.
Una falla masiva dejó a millones de personas sin luz durante varias horas. Comercios, hospitales, sistemas de transporte, comunicaciones móviles e incluso servicios básicos como el acceso a internet se vieron paralizados. El caos no tardó en aparecer: tiendas abarrotadas, personas corriendo a comprar despensas y suministros, y una ola de nerviosismo generalizado que recordó mucho a los primeros días de la pandemia de COVID-19 en 2020.
La similitud entre ambos eventos no es casualidad. En 2020, el miedo al contagio y la incertidumbre sobre el futuro llevaron a compras de pánico, desbordamiento emocional y un colapso temporal de muchos servicios. Hoy, sin una amenaza biológica pero sí ante una amenaza tecnológica, vimos cómo el miedo volvió a apoderarse de la sociedad. No fue el virus, fue la oscuridad y la desconexión.
¿Qué revela esto de nosotros?
Dependemos no solo de la electricidad para mantenernos confortables, sino para funcionar como sociedad. La tecnología —que nos conecta, nos informa, nos permite trabajar, movernos y vivir— se apoya completamente en un recurso tan básico como la energía eléctrica. Sin ella, todo se detiene: los pagos digitales, las videollamadas, las comunicaciones, la banca, el transporte público, incluso las operaciones de emergencia.
Lo más alarmante es que, al parecer, hemos olvidado cómo actuar sin ella. La angustia y el desconcierto que muchos sintieron hoy no surgieron solo por la falta de luz, sino por la sensación de perder el control de su vida cotidiana.
¿Qué enseñanzas podemos sacar?
Preparación básica: Tener suministros esenciales en casa no debería ser solo para "emergencias grandes" como pandemias. Un pequeño apagón puede ponernos en una situación vulnerable si no estamos mínimamente preparados.
Adaptabilidad: Nuestra capacidad para mantener la calma y adaptarnos rápidamente es crucial. Hoy, muchos actuaron de forma impulsiva, exacerbando aún más el caos.
Reducción de la dependencia: No se trata de rechazar la tecnología, sino de ser conscientes de su fragilidad. ¿Sabemos cómo comunicarnos, comprar, cocinar o desplazarnos si un día no tenemos luz ni internet?
Solidaridad: En momentos de crisis, la solidaridad y el apoyo mutuo marcan la diferencia entre el caos y la resiliencia. Ayudar a vecinos mayores, compartir información útil y mantener la calma son actos que fortalecen a una comunidad.
Un recordatorio necesario
Lo que sucedió hoy en España y Portugal debe servir como un recordatorio: la modernidad nos ha dado comodidades increíbles, pero también nos ha vuelto frágiles. No podemos dar por sentado que "todo funcionará siempre". Prepararnos emocional y prácticamente para estos eventos puede ser la diferencia entre vivir una crisis con miedo o atravesarla con inteligencia y serenidad.
Quizá sea hora de reconectarnos no solo a la red eléctrica, sino a nuestra capacidad humana de resiliencia.
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